Domingo 3 B 2009

 

Palabras dadas “en forma agradecida”

Después que Juan fue arrestado, Jesús vino a Galilea, predicando el evangelio del Reino de Dios. Decía:
«Se ha cumplido el tiempo y está pleno, se ha vuelto cercano el Reino de Dios.
Conviértanse y crean en la Buena nueva.»
Y pasando por la ribera del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores.
Jesús les dijo:
«Síganme y los haré que se conviertan en pescadores de hombres.»
Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron.
Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan,
que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó,
y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron”.
(Mc 1, 14-20)

Contemplación
“Se ha cumplido el tiempo y está pleno…”
La Palabra de Jesús es una Palabra que no solo dice cosas nuevas, hermosas y verdaderas, sino que, al mismo tiempo que dice cosas, crea también un Tiempo especial para esas cosas: un tiempo pleno.

¿Cómo es este tiempo pleno en el que vive Jesús y al que nos llama a entrar con su evangelio?

Escuchemos al Señor.
Antes de llamar a la conversión y a su seguimiento, el Señor anuncia que “se ha cumplido el tiempo y que está pleno” y agrega: “el reino de Dios se ha aproximado, se ha vuelto cercano”.
¿Qué quiere decir?
Lo primero que siento es que es la proximidad del Reino de Dios la que modifica el carácter del tiempo humano. Notemos bien que no se trata de cambiar la naturaleza de nuestro tiempo –con su transcurrir incesante e inexorable-. La cercanía del Reino de Dios no cambia sino que plenifica el tiempo, lo hace ser Tiempo de gracia, Tiempo bueno, Tiempo de un maduro esplendor.
Recordemos que, como dice el Vocabulario de Teología bíblica:
“La Biblia, revelación del Dios trascendente, se abre y se cierra con referencias temporales: ‘En el principio Dios creó el cielo y la tierra’ (Génesis 1, 1); ‘Sí, volveré pronto. Ven Señor Jesús’ (Ap 22, 20)”.

¿Qué importancia tiene este carácter “histórico” de la Palabra de Dios? Tiene una importancia grandísima. Nos hace ver que nuestra fe no se basa en “ideas abstractas”.
Como dice Pedro:
“No les hicimos conocer el poder y la Venida de nuestro Señor Jesucristo basados en fábulas ingeniosamente inventadas, sino como testigos oculares de su grandeza” (2 Pe 1, 16).
Nosotros creemos en Jesús de Nazareth, Hijo de Dios, que “vino” a Galilea y se metió en la vida de esos cuatro pescadores a los que llamó a seguirlo.
Cuando se aproxima, este Jesús tiene conciencia de que su cercanía y su presencia crean un tiempo de gracia en torno a Sí, un tiempo que hace que todos los acontecimientos adquieran una plenitud nunca vista. Por eso Pedro siente que ha sido testigo ocular de una “Grandeza”.
¿Cómo es, o mejor, cómo se vive este tiempo pleno que se nos comunica en la cercanía de Jesús, mientras escuchamos su Palabra y la vamos poniendo en práctica?
Una característica de este tiempo cumplido es sentir que cuando se me acerca Jesús –cuando me viene a buscar y me llama- se me cumple el más secreto deseo. El llamado de Jesús en medio de las tareas de la vida cotidiana -tanto el llamado grande a mi vocación y estado de vida como los llamados a misiones concretas-, evoca en mi corazón el llamado a la Vida: ese llamado que me sacó de la nada –junto con la luz y las estrellas- y me llamó por mi nombre; ese llamado que me hizo sentir, al ser mirado por los ojos de mi madre y de mi padre, que Dios veía que era buena mi vida. También me evoca el llamado a la Vida eterna, ese “Vengan benditos de mi Padre…” que todos anhelamos escuchar algún día.

En Jesús el tiempo se plenifica porque junta como con una mano estos dos tiempos –el del origen y el de la Vida Eterna- y hace que se puedan vivir en un momento concreto.

Cuando me acerco misericordiosamente al que está caído al costado del camino, el tiempo apurado (ese que corre y se diluye tras el propio interés), se plenifica y se vuelve tiempo original, en el que, al incluir de nuevo en la vida al que está en la nada, hace que se abra para él y para mi, y para la comunidad en la que nos reinsertamos, una esperanza de Vida plena.

Al escribir “el que está en la nada”, me vinieron a la mente los testimonios de muchos hermanos del Hogar que publicamos hace poco en un hermosísimo Boletín. Dicen esto mismo con palabras más fuertes, más sencillas y rebosantes de vida plena. Escuchemos.

“Desde acá, soy”
“Tengo 56 años. Por un divorcio me alejé de mis dos únicos hijos. Mis padres fallecieron los dos. Lo único que tengo es el Hogar de San José, que me contiene y me respalda moralmente. Si no existiera el Hogar, yo no sería persona. Desde acá soy y empiezo. Lo demás es nada” (Un huésped).

Otro testimonio:
“Quería vivir”
“Mi asistente me ayudó porque no tenía trabajo. Me ayudaron con comida, ropa, vivo en mi hotel. Tuve adicciones (alcohol). Hace tres años que no consumo y me hicieron el plan de la tarjeta. Me ofreció si quería vivir. Cuido coches, vendo ropa, vendedor ambulante. Me ayuda la hija mayor. Me ayuda con la comida. Me promociono limpiando en el Hogar en forma gratuita. Lo hago en forma agradecida. Hace cinco años que vengo (…) Estoy limpio y siempre alegre. Tengo mucha personalidad. Escucho y participo en las misas del Hogar. Cuando muere un compañero también participo (Un comensal).

Tiempo pleno –limpio y alegre, vivido “en forma agradecida”- el de nuestro comensal.

Confieso que estos testimonios me habían conmovido al leerlos por primera vez. Y ahora, al releerlos luego de escuchar la manera de hablar de Jesús en este evangelio de Marcos, me conmueven doblemente. Porque se siente el tono de Jesús metido –indivisa et inconfusamente- en las palabras de estos nuestros hermanos más pequeños, que experimentan la “cercanía del Reino” en el Hogar y eso les plenifica su tiempo.
¿No es acaso conmovedor escuchar a alguien que se expresa diciendo: “Me promociono limpiando en el Hogar en forma gratuita”. Y que luego hace una pausa (lo imagino escribiendo en su papelito de cuaderno a rayas, cómo levanta un instante el lápiz y reflexiona…) y corona lo que quiere expresar diciendo: “Lo hago en forma agradecida”.

Hacer las cosas “en forma agradecida” es sinónimo de “hacer las cosas evangélicamente” y de “hacer las cosas eucarísticamente”.

Es ese “hacer gratuito” propio de Jesús, en medio del cual “nos promocionamos”.

Tiempo pleno el de este hacer porque como es don no tiene apuros ni lamenta pérdidas.

Una persona que vive así en el Hogar es uno que ha “experimentado” el llamamiento de Jesús a vivir una vida distinta (“Me ofreció si quería vivir”) y se ha convertido en “pescador de hombres” (¿o acaso no me ha pescado a mí y a vos con la alegría y la limpieza de sus palabras?).

Es lindo sentir que Jesús sigue pescando.
Ojalá que no nos perdamos de morder el anzuelo de sus humildes pescadores por andar enredados en nuestras redes o ensartados en los discursos de los que no desean dar vida a nuestro tiempo sino robarnos tiempo y vida.

Las palabras de los pescadores de Jesús son como las de estos hermanos nuestros más pequeños: limpias y alegres. Son “palabras-hogar”. Desde ellas podemos ser y empezar. Nos podemos “promocionar” con ellas, gratuitamente. Y por si esto fuera poco, nos las dan “en forma agradecida”.

Diego Fares sj

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