Pentecostés A 2014

En la propia lengua

Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar. Y de repente sobrevino del cielo un ruido, como de un viento que irrumpe impetuosamente, y llenó toda la casa en la que se hallaban. Entonces se les aparecieron unas lenguas como de fuego, que se dividían y se posaban sobre cada uno de ellos. Quedaron todos llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les hacía expresarse. Habitaban en Jerusalén judíos, hombres piadosos venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo. Al producirse aquel ruido se reunió la multitud y quedó perpleja, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Estaban asombrados y se admiraban diciendo:
—¿Es que no son galileos todos éstos que están hablando? ¿Cómo es, pues, que nosotros les oímos cada uno en nuestra propia lengua materna las grandezas de Dios. (Hc 2, 1-11).

Evangelio
Al atardecer de aquel día, el siguiente al sábado, con las puertas del lugar donde se habían reunido los discípulos cerradas por miedo a los judíos, vino Jesús, se presentó en medio de ellos y les dijo:
—La paz esté con vosotros.
Y dicho esto les mostró las manos y el costado.
Al ver al Señor, los discípulos se alegraron. Les repitió:
—La paz esté con vosotros. Como el Padre me envió, así os envío yo.
Dicho esto sopló sobre ellos y les dijo:
—Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les son perdonados; a quienes se los retengáis, les son retenidos (Jn 20, 19-23)

Contemplación
En esta fiesta del Espíritu Santo, nuestro otro “ayudante”, como dice Jesús, quisiera dar testimonio de su ayuda contando algunas gracias que he recibido para la comunidad china en Buenos Aires, de la que soy capellán desde hace casi diez años.
Desde que llegué a Regina, en diciembre del 94, siempre me conmovía ver al Padre Cullen los domingos a la siesta, esperando a sus chinitos en el patio de la fuente. El había sido de los estudiantes jesuitas destinados a China que, luego de años de aprender la lengua, no habían podido entrar al continente y, en sus lugares de origen, habían tratado de mantener contacto con los chinos. Cu, como le llamábamos, juntó aquí a los taiwaneses que, luego, cuando comenzaron a venir los de Fu Jian, se alejaron un poco y los otros, que con Menem vinieron en gran cantidad, ocuparon el lugar.
Resulta que un domingo de Pentecostés en que Cu se había enfermado y estaba en el San Camilo, me encuentro a la siesta con que los chinos llenaban el patio de Regina. Para ellos, Pentecostés, junto con la Asunción, son dos fiestas muy grandes, tanto como Navidad y Pascua. Me dio mucha pena que se quedaran sin misa y, aunque tiraba la siesta luego de las misas de la mañana y el almuerzo, le ofrecí a Chen Wen, que era el que más conocía por saludarnos casi siempre a lo largo de varios años, darles la misa en la Iglesia, en castellano, por supuesto, y que ellos rezaran y cantaran en su lengua. Todavía recuerdo la impresión que me dio cuando, al decir: que la paz del Señor esté con ustedes, que los 150 chinos que me parecía que llenaban los bancos de Regina respondieran a una sola voz algo así como “ye yu ni de tun zai”. Agregué: “hermanos, reconozcamos nuestros pecados”, y ellos, a una, comenzaron el pésame y cantaron el Señor ten piedad…
Me maravilló y me sigue maravillando lo que es nuestra misa, nuestra liturgia, que se puede seguir exactamente paso a paso en dos lenguas distintas sabiendo que el otro dice para adorar a nuestro Dios, es lo mismo, aunque no se entiendan las palabras una por una.
Fue mi pequeño Pentecostés y desde entonces, nos hemos entendido cada vez mejor, más por el cariño que por las palabras.
Como sabía que me resultaría imposible aprender chino (aunque me sigue tentando) me propuse aprender solo las partes dialogadas de la misa. Gracias a la tecnología emprendí una prolija tarea de seguimiento en los ratos libres. Por un lado pedí fotocopias de la misa y de los sacramentos a amigos misioneros, escaneé textos y los reescribí escuchando cómo me sonaban a mi luego de grabar a distintos chinos y tratar de sacar la fonética. Ahora ya distingo los sonidos y los transcribo bastante acertadamente, especialmente los nombres cuando hacemos expedientes matrimoniales o de bautismo, pero al comienzo era chino. Con el tiempo, hemos logrado mejorar la interactuación, eso que hace que dos se quieran entender aunque no se entiendan. Porque con los chinos la mayor dificultad es que ellos piensan que no los vas a entender nunca y no se esfuerzan en volver a decir una palabra: muy difícil, dicen y prefieren aprender ellos la palabra castellana que enseñarte la china.
Gracias a Dios la mayor parte de la misa es cantada y eso evita las diferencias de acentos que son imposibles de incorporar sin un estudio dedicado. Como me decía un amigo que ha tenido mucha relación con China, los chinos son afectivamente más duros que nosotros, pero cuando te los ganás son incondicionales y muy buenos amigos. En este tiempo la comunidad católica en Buenos Aires ha crecido un poco (son unos dos mil de los mas o menos setenta mil que hay) y todos pasan por Regina. He bautizado a ciento cincuenta chinitos y casado unas 60 parejas. Viene a misa los domingos a la siesta en grupos de unos 60 y en las fiestas llenan la Iglesia.
Los datos son para compartir una idea de un pequeño rebañito de católicos que encontraron en Regina una casa y en el padre Cullen su pastor que los supo congregar. Mis compañeros jesuitas toman las misas en las que no estoy y ayudan con las confesiones y la atención de los enfermos cuando lo piden.
La cuestión es que eso de “entenderse en la propia lengua” se da de manera un poco particular, pero se da. Sin hablar en lenguas, nos entendemos en la lengua de nuestra madre la Iglesia que es la del Espíritu Santo. El entendimiento tiene ayuda, desde la traducción que hace Wan Aie de la predica hasta los chinitos que se confiesan usando el google traductor, cuyas traducción de los pecados chinos a veces suena muy “especial” (por no decir hilarante) en castellano, pero esto queda para el secreto de confesión.
Esto de comunicarse sin tener los matices de las palabras es duro. Uno quisiera consolar al que llora porque se le murió un ser querido y no cuenta más que con la palabra “ping an” –paz-, que no alcanza para nada. No hay manera de compartir una broma o de poner un ejemplo al evangelio… En la traducción, muchas veces yo digo dos palabras y Wan habla dos minutos, y otras, yo trato de decir tres frases seguidas y ella sólo encuentra dos palabras.
Pero cada tanto, el Espíritu ayuda y pasa como el domingo pasado, en que Jesús mencionaba al otro “Paráclito”.Yo no le había preguntado cómo traducían Paráclito (porque algunas palabras griegas ellos también las dejan como están) y me animé a decir que el Espíritu era nuestro Abogado. Wan estuvo explicando largamente la cosa y de golpe veo que frota el pulgar con el índice y el mayor y todos se ríen. “Qué les dijiste” le pregunté, y me respondió que “los abogados cobran mucha plata”. Ahí nomás aproveché y dije en castellano que el Espíritu era Abogado gratis y todos entendieron con sonrisa incluida. “Abogado gratuito y lo podés llamar a todas horas, porque te defiende siempre” agregué, y también entendieron el gesto de llamar por celular. La cuestión es que la metáfora les encantó a los chinos. Es que para ellos, que tienen todo el tiempo problemas con inmigraciones, con la Afip, con los juicios laborales y las habilitaciones, los abogados chinos que hablan castellano les resultan vitales y ellos suelen hacerlo valer y les cobran saladito. Por eso la imagen de un Abogado Gratuito les caía muy simpática. Más que a nosotros que tal vez no experimentamos tanto la necesidad cotidiana de tener que ser defendidos.
De aquí me quedó grabada la imagen del Defensor que usa Jesús, del que acude a nuestro llamado y nos acompaña en los trámites… Y comencé a pedirle más ayuda para que me defienda, más de mi mismo que de los demás. Y que defienda la unidad del Hogar y de la Compañía y de la Patria y la Iglesia, que es como decir que nos defienda de nosotros mismos que somos los que no cuidamos bien estos dones propios del Espíritu como son la unidad y la paz.
Diego Fares sj

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.